8 de enero de 2011

COMUNIÓN REPARADORA DE LOS PRIMEROS SÁBADOS


En la aparición del día 13 de julio anunció Nuestra Señora en Fátima: “Para impedir la guerra vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los Primeros Sábados”.

Esta última devoción vino a pedirla, apareciéndose a la Hermana Lucía el 10 de Diciembre de 1925, en Pontevedra, España. Dijo entonces: “Mira, hija mía, a mi corazón cercado de espinas que los hombre ingratos me clavan en todos los momentos con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que prometo asistir en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación, a todos los que, en el primer sábado de cinco meses seguidos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen un Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando los 15 misterios del Rosario con el fin de desagraviarme”.

Nuestra Señora mostró su Corazón rodeado de espinas, que significan nuestros pecados. Pidió que hiciésemos actos de desagravio para sacárselos, con la devoción reparadora de los cinco Primeros Sábados. Como recompensa, nos promete “todas las gracias necesarias para la salvación”.

Jesús en los dos años siguientes, 15 de febrero de 1926 y 17 de diciembre de 1927, insiste para que se propague esta devoción. Lucía escribió: “De la práctica de la devoción de los Primeros Sábados, unida a la consagración al Inmaculado Corazón de María, depende la guerra o la paz del mundo”.

Cinco, ¿por qué?
Son cinco los Primeros Sábados porque, según reveló Jesús, son “cinco las especies de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María":

1.- Las blasfemias contra la Inmaculada Concepción;
2.- Contra su Virginidad;
3.- Contra la Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los Hombres;
4.- Los que procuran infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio contra esta Inmaculada Madre;
5.- Los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.

Condiciones
Las condiciones para ganar el privilegiode los Primeros Sábados son cuatro:

1. Confesión. Para cada Primer Sábado es necesaria una confesión con intención reparadora. Se puede hacer cualquier día, antes o después del Primer Sábado, siempre y cuando se reciba la Comunión en estado de gracia. La vidente preguntó: “Mi Jesús, ¿y las (personas) que se olviden de formular esta intención (reparadora)?”
Jesús respondió: “Pueden formularla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tengan para confesarse”.
Las otras tres condiciones deben cumplirse en el propio Primer Sábado, a no ser que algún sacerdote, por motivos justos, conceda que se pueda hacer en el domingo a seguir.

2. La Comunión Reparadora.

3. El Rosario.

4. La meditación, durante 15 minutos, de un solo misterio, de varios o de todos. También vale una meditación o explicación de tres minutos antes de cada uno de los 5 misterios del Rosario que se está rezando.

En todas estas cuatro prácticas se debe tener la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María.

La devoción de los cinco Primeros Sábados fue aprobada por el obispo de Leiría el 13 de Septiembre de 1939, en Fátima.
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5 de enero de 2011

ACTO DE CONSAGRACIÓN
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA
(Papa Pío XII)
 
 

  ¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.

En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.

Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.

Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

Las Quince Promesas de la Virgen María a quienes recen el rosario

1.- El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

2.- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3.- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

4.- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!

5.- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

6.- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando los misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracias, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

7.- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.

8.- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tenga en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9.- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

10.- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

11.- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

12.- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13.- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15.- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.