25 de febrero de 2012

VIRTUDES DE JACINTA MARTO: Vidente de la Virgen en Fátima


Jacinta era una niña cuando Nuestra Señora apareció. Entra en la Historia a los siete años, precisamente en la edad en que habitualmente se acostumbra indicar como la del comienzo de la vida consciente y de la razón. ¿En qué medida una criatura de esa edad es capaz de practicar la virtud?  ¿Y de practicarla de modo heroico?

La historia de la espiritualidad católica tiene ejemplos sorprendentes de santidad a poca edad: Santa María Goretti, martirizada a los 11 años con plena consciencia de lo que hacía; Santo Domingo Savio, que murió a los 15 años. 

Jacinta – y su hermano Francisco – después de un riguroso proceso en Roma, tuvieron reconocidas sus virtudes heroicas, pudendo ser venerados privadamente como santos. ¿Cuál es el secreto de la santidad de Jacinta?  EL tema VIENE ocupando actualmente la atención de los católicos y merece ser conocido por nuestros lectores.

Jamás se verá, en aquel lugar, una cosa semejante: 70 mil personas, venidas de todas partes de Portugal, están reunidas, bajo la lluvia, en un lugar llamado Cova da Iria. ¿Qué ocurrió?


Estamos en el día 13 de octubre de 1917. A duras penas, los tres pastorcitos intentan detener a la multitud rumbo a sus pequeñas casas en Aljustrel.  La menor de las criaturas - nuestra Jacinta -   es conducida a través de atajos por un soldado, que la protege de las manifestaciones de entusiasmo de personas que desean verla y dirigirle la palabra. Millares de preguntas, pedidos de oración e intercesiones. Conversiones,   lágrimas de alegría...

Los pequeños – Lucia, Francisco y Jacinta - no prestan atención en la multitud reunida, la cual presenciara el milagro del sol al final de la última aparición. Sus mentes están tomadas por la sublimidad y por el esplendor del extraordinario suceso sobrenatural que hace poco acaban de contemplar.  La Señora del Cielo, la que había hablado seis veces, acababa de realizar el milagro prometido...


Desapego en cuanto a las alabanzas de los hombres

Jacinta Marto, con apenas siete años de edad, está dotada de una seriedad marcante. La frente fruncida indica profunda preocupación. Los ojos, que aún reflejan maravillosamente el brillo de lo que habían contemplado, están contraídos pero calmados, indicando un alma inclinada al recogimiento. 

¿Qué decir de esta fisionomía?  Tal vez Jacinta se esté recordando de los penosos caminos recorridos anteriormente en medio del desprecio, los improperios y hasta de los golpes de aquellos que ahora están en medio de la multitud. No... la alegría del momento no la impresiona, ella conoce bien la inconstancia del espiritu humano. Su voluntad está puesta en Dios, en el cumplimento de Su voluntad, de tal modo que, después de las apariciones, llevó verdaderamente la vida de una grande santa. La Congregación para la Causa de los Santos constató: su voluntad era enteramente sometida a la de Dios. ¡Cómo sería útil, principalmente para nuestros días, conocer la vida de esta niña!


El camino de la santidad

En el espacio de tiempo que va desde los siete a los diez años, en que soportó heroicamente el fardo de la enfermedad que la llevaría a la muerte, Jacinta forjó el camino de la santidad. Ya en esa tan precoz edad conoció profundamente la realidad de la vida. Su existencia fue corta, aunque repleta de acontecimientos extraordinarios e incluso fascinantes. La descripción de ellos sobrepasaría los límites de este artículo. Tendremos que reducirnos a los trazos  resaltantes de su alma, a algunas escenas de su vida y mencionar algunos testimonios.

El camino de la santidad, al que ya nos referimos,  esta pequeña lo recorrió de tal manera que sus padres y parientes llegaron a exclamar respecto a ella y a los otros dos videntes: "Es un misterio que no se logra comprender. Son niños como otros cualquiera. Sin embargo,  se percibe en ellos un algo extraordinario!" Sí... ¿que había de extraordinario en esas criaturas que las personas (¡hasta hoy!) no consiguen entender?

¿Quien fue Jacinta Marto? Última de una gran prole, nació el 11 de marzo de 1910. De naturaleza alegre, era una chica como las otras. Jugaba, cantaba, tenía sus defectos mayores o menores, su temperamento y, naturalmente, sus preferencias... hasta el 13 de mayo de 1917.


Oración y sacrificios rescatan a los pecadores

Después de ese día,  Jacinta emprendió un profundo cambio interior, una conversión de vida como Nuestra Señora había pedido. Las palabras de María Santísima impregnaron de modo indeleble su alma y pasaron a ser el contenido, el ideal de su vida. Más aún, colocó ese ideal en práctica.


"Haced penitencia por los pecadores! Muchos van al infierno porque nadie reza y se sacrifica por ellos." - Tales palabras encontraron   profunda resonancia en Jacinta. ¡Y con que inquebrantable voluntad ella hacía penitencia! Aquí van mencionados algunos ejemplos de esta joven y ya gran santa. Ella no vacilaba en ayunar, frecuentemente, un día entero sin comer o beber nada, dando alegremente su pan a los chicos pobres. Otros días, comía solamente aquello que más detestaba. Traía como penitencia una gruesa cuerda en torno a la cintura. ¡Nada, ningún sacrificio le parecía demasiado grande, tratándose de la salvación de las almas!


El pecado y el Cielo en su espiritualidad

De hecho, puede decirse que la espiritualidad de Jacinta se funda en los pedidos formulados por Nuestra Señora. Esta contiene dos aspectos importantes:   1) claro concepto del pecado;  2) noción muy definida de la belleza sobrenatural del Cielo. Exactamente dos puntos en relación a los cuales nuestra época está inmensamente distante.

No se habla mas de pecado. Esta palabra está siendo omitida en la catequesis y desvanecida del pensamiento de las personas. Juntamente con eso, ¡va siendo también eliminada necesariamente la idea del proprio Dios! Pues, ¿de que otra cosa se trata sino de la honra divina que es ofendida por el pecado?

Estrechamente relacionado con ese pensamiento viene el segundo punto: la noción clara  de la belleza sobrenatural del Cielo. Cuanto mas intensamente un alma tiene esa noción de lo sobrenatural celeste, tanto mas fácil será su correspondencia a los llamados de la Madre de Dios. Jacinta es un ejemplo concreto arrebatador de tal correspondencia. El mensaje de su vida  nos convida a reconocer esos aspectos del mensaje de Nuestra Señora y hacerlos el eje orientador de nuestras vidas.


Enormes penitencias salvarán muchas almas

Profundamente impresionada por la visión del infierno y por el misterio de la eternidad, Jacinta no descartó ningún sacrificio mirando la conversión de los pecadores. En su enfermedad -- una tuberculosis que la llevó a la muerte -- ofrecía principalmente sus dolores:"Si, yo sufro, por eso ofrezco todo por los pecadores, para desagraviar el Inmaculado Corazón de María. Oh Jesús, ahora podéis salvar muchos pecadores porque este sacrificio es muy grande".

Todos los que  conocían a Jacinta sentían cierto respeto por ella. Lucía, su prima,  escribe:"Jacinta  era también aquella a quien, me parece, la Santísima Virgen dio la mayor plenitud de gracias, conocimiento de Dios y de la virtud. Ella parecía reflejar en todo la presencia de Dios."

Incluso en su dolorosa molestia se mostraba siempre paciente, sin reclamos, enteramente desprendida. Conducta que no correspondía a su carácter natural. ¿Que posibilitaba a esa niña la práctica de tal fortaleza y manifestar semejante comportamiento?

La propia Jacinta da la respuesta a esa pregunta en su exclamación: "Gusto tanto de Nuestro Señor y de Nuestra Señora que nunca me canso de decir que los amo. Cuando digo eso muchas veces, ¡me parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema!" El amor ardiente a Jesús y María! Este fue el amor  que transformó a Jacinta y que hizo de ella una copia fiel de las virtudes de la Virgen Santísima.


Último sacrificio: en la muerte, aislamiento

Tan heroica fue la muerte cuanto la vida de Jacinta, en un hospital de Lisboa, completamente abandonada. Este fue objeto de una de las últimas predicciones recibidas por Jacinta, directamente de Nuestra Señora. ¡Con que coraje conservó la niña este pensamiento! Dejémosla narrar esta profecía, confiada por ella a Lucía:
"Nuestra Señora me dice que voy a Lisboa, para otro hospital; que no te vuelvo a ver, ni a mis padres; que después de sufrir mucho, muero solita; pero que no tenga miedo, que allá Ella me va a buscar para llevarme al Cielo."

Nuestra Señora anunció también el día y la hora en que debería morir. Cuatro días antes, la Santísima Virgen le retiró todos los dolores. Como nadie estuvo presente en ese grandioso momento, podemos apenas imaginar la escena. ¿Como habrá sido la recepción de este pequeño lirio en el Cielo? Delante de Nuestra Señora, aquel rostro virginal no estará mas contraído por el sufrimiento, sino resplandeciente en presencia de Aquel que fue el Fundamento de su vida: "Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la hoguera que tengo aquí dentro del pecho y así hacerla gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María!"

De qué manera el conocimiento de la vida de Jacinta actúa sobre las almas, puede deducirse de las palabras del postulador de las Causas de Beatificación de ella y de su hermano Francisco: "Nunca en la Historia de la Iglesia dos pequeños fueron tan conocidos y estimados cuanto Francisco y Jacinta. Ellos han traído innumerables almas para el camino de la perfección".


"Su entrega a la voluntad de Dios fue total" 
Decreto de la Santa Sede declara las virtudes de Jacinta


El 13 de mayo de 1989, un decreto da Congregación para la Causa de los Santos, firmado por el Cardenal Ángelo Felici, declaró la heroicidad de las virtudes de la Sierva de Dios Jacinta Martos.

El documento, recordando las palabras de Nuestro Señor  "Si no os hiciereis como uno de estos pequeñitos no entrareis en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3), afirma que Jacinta "correspondiendo sin reservas a la gracia divina realizó rápidamente una gran perfección en la imitación de Cristo y voluntariamente consumió su breve existencia por la gloria de Dios, cooperando en la salvación de las almas mediante fervorosa oración y asidua penitencia".

Después de resumir su vida, el decreto declara que "su entrega a la voluntad de Dios fue total", el esfuerzo "para corresponder al amor y a las gracias de Dios fue constante", dando pruebas de "poseer en alto grado las virtudes teologales y las virtudes de la prudencia, justicia, templanza, humildad, sinceridad y modestia".

En la misma fecha, la Santa Sede declaró las virtudes del Siervo de Dios Francisco Marto, hermano de Jacinta.